1- ¿Quién es Luis Pérez?
A mis cincuenta y dos años aún ando en eso del autoconocimiento. Y sin mucho éxito, me temo. Soy un hombre de familia, sencillo y afable en el trato. Me gusta rodearme de gente buena, y soy amigo de pocos amigos, pero muy buenos. Visceral y temperamental, procuro hacerlo todo desde la pasión. En lo que nos ocupa, me considero un gran aficionado al flamenco. Y poco más.
2- ¿Cómo llegaste al mundo del flamenco?
El flamenco siempre estuvo ahí, meciéndome la cuna o en las cintas que iban y venían de casa de mi tío Antonio a mi pequeño radiocasete Sanyo. Recuerdo una de un señor muy serio con un imponente sombrero de ala ancha y una llave de oro en la mano.
Pero yo prefería las canciones aflamencadas de Juanito Valderrama, Antonio Molina o Emilio el Moro. El toro enamorado de la luna al que mi madre cantaba mientras tendía la ropa. Las coplas de Manolo Escobar y de Rocío Jurado, y las sevillanas de los Romeros de la Puebla y de los Hermanos Toronjo.
Mi padre, que era del Puerto de Santa María, era un buen aficionado. Le gustaba mucho el Lebrijano, del que era amigo personal. Y, naturalmente, su paisano Pansequito. Recuerdo haberle dicho papá, haz el favor de quitar esa música, tanto ay, ay, ay, que no me gusta nada. Lo que son las cosas.
Ya en la adolescencia, como a mí siempre me ha gustado cantiñear, le tomé el gusto a las sevillanas, a los fandangos y a las alegrías. Poquito a poco. Me asomé al rock andaluz de Triana, Silvio y Pata Negra. Y de ahí a Camarón, que me abrió la ventana al abismo infinito del cante jondo.
3- Actualmente, ¿cómo ves el flamenco?
Hasta hace poco me sentía optimista, cuando me comparaba con algunos de mis colegas y amigos aficionados, que son más dados al catastrofismo, tú sabes, en el sentido de que esto se muere ya irremediablemente, que el flamenco está echaíto a perder. Los tópicos que rodean al flamenco prácticamente desde los tiempos de su creación.
Últimamente comienzo a perder la confianza en el futuro del arte jondo. No sé si son cosas de la edad, o es que me he dado cuenta de la bacalá que nos han metido. Cuarto y mitad, como se dice por aquí abajo. Me explico.
Hay un fraude de base, que se encuentra incrustado en la cadena de ADN del flamenco. Comenzó con la arrogación por parte de la Junta de Andalucía, en el artículo 68.1 del Estatuto Andaluz, de la «competencia exclusiva en materia de conocimiento, conservación, investigación, formación, promoción y difusión del flamenco como elemento singular del patrimonio cultural andaluz».
Y se consolidó para siempre con la trampa de la Declaración del Flamenco, por parte de la UNESCO, como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Todos nos ilusionamos con ello. Por fin el flamenco iba a recibir los honores y la dignificación que se merecía.
Nos engañaron como a chinos. ¿Qué por qué? Porque desde entonces se creyeron con derecho a llevar este arte por la vereda que a ellos les interesa. Los políticos ponen la pasta sin dar explicaciones de en qué y cómo se la gastan.
Aquí trabaja quien yo digo. No te muevas, que no saldrás en la foto. Lo peor de todo es que a muchos de los que ponen a manejar el cotarro ni siquiera les gusta el flamenco. El de verdad, el que nos gusta a ti y a mí. Por otro lado, el flamenco ha dejado de ser patrimonio del pueblo andaluz.
Ahora es universal, les encanta la palabra. Porque ahora pueden quitarle al flamenco todo aquello que no les gusta. Empezando por su esencia. Lo despojan de su autenticidad, su misterio, su dificultad. Todo aquello que hace que lo jondo haya sido siempre un arte minoritario.
Y lo rellenan de fusión, de instrumentos y formas que le mitiguen la acidez, lo dulcifican para abrirlo a públicos más generalistas. Lo peor no es eso. Lo peor es que los artistas que quieren trabajar tienen que plegarse a sus exigencias.
Los espectáculos de baile son los más afectados por ese cáncer. Danza contemporánea. Baile conceptual. Superproducciones innecesarias, con la mínima dosis de baile clásico y tradicional. Relleno y más relleno, para gustar a todo el mundo.
En esa línea están los festivales más importantes del mundo. Empezando por la Bienal de Flamenco de Sevilla, y terminando por la de Holanda o el Flamenco Festival New York.
4- ¿Qué te gusta de las peñas flamencas?
Las peñas son el hogar del flamenco, su santuario. Los guardianes del fuego. Son la madre a la que acuden los aficionados cuando están faltos de cariño. Cuando un artista actúa en una peña flamenca, se siente con mucha más responsabilidad de lo habitual, precisamente porque sabe que los allí sentados chanelan mucho y no aceptan el gato por la liebre.
5- ¿Qué no te gusta de las peñas flamencas?
Su fragilidad. Que muchas de ellas anden en la cuerda floja sin saber si van a cerrar el año que viene. Y su completa dependencia del dinero público. Hay que buscar un nuevo modelo que asegure su independencia económica.
6- ¿La crítica es positiva para nuestro arte? La negativa cuesta entenderla, ¿verdad?
Las críticas negativas son difíciles de asimilar, tanto por los artistas como por sus fans. No sirven para nada, a menos que lo que se busque es crear polémica y subir la audiencia en las redes sociales. Si no se pueden evitar, siempre han de ir acompañadas de un mensaje constructivo.
Además, hay que tener cuidado. No se puede medir por el mismo rasero a una joven que está empezando que a un maestro consagrado. Pienso que debemos trabajar, entre todos los que nos dedicamos a esto, por reinventar las formas y el concepto de la crítica flamenca.
La figura del crítico tradicional, despiadado en algunos casos o paniaguado en otros, está condenada a desaparecer. Principalmente porque su opinión personal es algo que no interesa prácticamente a nadie. En mi caso yo prefiero llamar crónicas a mis artículos.
El flamenco va de sentimientos, de transmisión de sensaciones. Intento sentar al espectador junto a mi butaca y hacerle partícipe de esa actuación a la que no ha tenido la suerte de asistir. Hay también una labor divulgativa importante, de educación del paladar. De cuidar la afición, en definitiva.
7- ¿Qué opinas de la Bienal 2020 de Sevilla?
No me gusta. No me gustan su dirección ni su gestión, su falta de transparencia. Tampoco su espíritu, que me parece que incluye todos los males que te he apuntado más arriba. Ni siquiera su razón de ser. Se han cargado una marca estupenda.
La Bienal de Flamenco de Sevilla pudo haber sido el mejor escaparate del flamenco clásico, que es lo que tienen que defender el Ayuntamiento de Sevilla y la Junta de Andalucía. El flamenco en extinción, el que es cultura innegable del pueblo andaluz.
El nuevo flamenco no necesita apoyo institucional alguno, pues se vende estupendamente él solito. En fin, me has preguntado y te he respondido.
8- ¿Cómo ves a la afición española?
Muy malamente, Marco. El principal problema que tiene el cante jondo es la falta de afición. Ya no es que sea un arte minoritario, como siempre lo fue. Es que en Sevilla está hasta mal visto, como una cosa sin valor, de la chusma.
Que en Jerez a los más jóvenes no los vayas a sacar de la bulería. Triana ha desaparecido hace mucho como núcleo esencial del flamenco. A la verdadera afición la están dejando morir, porque no les interesa. Y en el exterior pretenden presentar un flamenco que no es, porque es el que da dinero.
9- ¿Habrá unión flamenca?
Ojalá, porque hace buena falta.
10- ¿Qué artistas del momento destacarías y de los que tenemos un poco olvidado y aún los tenemos en vida?
Afortunadamente tenemos muy buenos artistas que mantienen viva la llama. De todas las edades. Cuando escribo listas siempre sale alguien ofendido, porque he olvidado a varios fundamentales. Te digo solo uno de cada categoría. Juanito Villar, Manuela Carrasco y Rafael Riqueni.
Nombre completo: Luis M. Pérez Sánchez.
Nacimiento: Madrid, 9 junio 1968.
Vive en: Sevilla.
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Gracias Pérez Ventana por aportar tus fotografías.
Entrevista realizada en 2020.
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Muchas Gracias por tu atención Luís, saludos.
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