Caudal, Gala inaugural de la Bienal, vista desde dentro.
FICHA TECNICA:
Elenco: TOMATITO, AURORA VARGAS, MIGUEL POVEDA, ISRAEL FERNÁNDEZ, FARRUQUITO, DIEGO DEL MORAO, JOSÉ DEL TOMATE, DAVID DE ARAHAL, ANTONIO SÁNCHEZ, PAQUETE, PIRAÑA, LOS MAKARINES, LAS ZARZANAS, KIKI CORTIÑAS.
PROGRAMA:
1. Ronda de bulerías. 2. Sevillanas 3. La guitarra (Miguel Poveda). 4. Almoraima. 5. Zyryab 6. Canción de Amor 7. Tangos Aurora Vargas 8. Two Much. 9. Bulerias Tomatito. 10. Tangos Tomatito y Miguel Poveda 11. Luzía (seguiriya). 12. Manteca Colorá. 13. Antonia 14. Bulería Israel Fernández y Diego del Morao. 15. Entre dos aguas.
DURACIÓN:
150 min. aprox. | LUGAR: Teatro de la Maestranza.
El pasado jueves 12 de septiembre 2024, el Teatro de la Maestranza encendió sus luces para dar inicio a la XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla, coincidente con el décimo aniversario del fallecimiento de Paco de Lucía. Que la gala inaugural le rindiera homenaje era algo previsible, incluso inevitable, como si la tradición y la expectación se hubieran confabulado para evitar cualquier sorpresa. Un elenco de dieciséis artistas, arropados por la legión invisible (o no tan invisible) de técnicos, se reunió para ofrecer al público una velada emotiva, reuniendo a distintas generaciones admiradoras del algecireño.
Durante los ensayos, la presión de estar a la altura de semejante legado era palpable. Interpretar la obra de Paco para rendirle homenaje no es tarea sencilla. Ninguno de los presentes podía ni intentaba sonar como él; la clave estaba en recordar su esencia, celebrarla y, de alguna manera, invocar su presencia en cada acorde. El escenario, cuidadosamente diseñado, se encargaba de que, incluso cuando algunos de los artistas no tenían relación directa con el maestro, el entorno lo recibiese de una forma u otra.
Desde la subida del telón al son de una ronda de bulerías que arrancaba con la mítica falseta de “Viviré” quedo claro que a Paco el alma le suena. Las plantas que decoraban el espacio —un detalle exigido por él en sus últimas actuaciones—, la iluminación sutil pero poderosa, y la silla vacía en el centro del coro de guitarras nos recordaban que, aunque ausente, el maestro invadía cada rincón del escenario. La atmósfera, bañada en esa luz tenue, envolvía el espectáculo en una sensación de nostalgia que se respiraba en el aire. Era la escenografía la que lograba que Paco estuviese presente en cada momento.
El inicio marcó la pauta: la gala sería más que una celebración de su legado, un lamento por su pérdida, imponiéndose los palos festivos sobre cantes más profundos y serios. Esa decisión, aunque arriesgada por la posible monotonía emocional, consiguió momentos de genuino brillo. Lo que pudo haberse convertido en una pugna de protagonismos entre artistas consagrados como Tomatito, Poveda o Farruquito, se transformó en una lección de humildad colectiva. Aquí no se trataba de brillar en solitario, sino de rendir tributo al maestro compartiendo su legado, consiguiendo así que durante las dos horas y media de espectáculo resonase el eco de su influencia.
Entre los instantes más memorables, los jóvenes José del Tomate y David de Arahal destacaron con sus versiones de «Canción de Amor» y «Antonia», regalándonos un respiro de serenidad entre la algarabía. Estas interpretaciones íntimas ofrecieron pequeños oasis en medio de la constante celebración. Piraña, Los Makarines y Kiki Cortiñas, presentes en casi todos los números, llevaban el compás de la velada en los hombros y en las manos. El que fue durante años el percusionista de Paco se destaca impecable, más que acompañando, impulsando a sus compañeros y, las palmas y voces empastadas en los estribillos que entonaban los hermanos, conformaron un cuarteto clave para que todo fluyera con naturalidad.
El trabajo técnico fue un factor clave en una noche de tal magnitud. Aunque hubo problemas internos, reflejados en la incomodidad de algunos artistas, el sonido fuera fue impecable. Las continuas entradas y salidas, cables, micrófonos y músicos se integraron como parte del ritmo flamenco, donde el caos se sabe manejar y las vicisitudes típicas del directo se sortean para que el espectáculo no pierda su pulso.
La señora del Cante, Aurora Vargas no necesitó amplificación para llenar el espacio y atraparnos en su quejío desgarrador. “La Tata”, encarnó la feminidad y la fuerza en un elenco mayoritariamente masculino. Si algún día se retira del cante —Dios no lo quiera—, que el baile la acoja porque Aurora se levanta, se recoge por tangos y hechiza corazones. Con el simple alzar de su brazo, controlaba el compás, la atmósfera y el aliento de los presentes, elevando la intensidad de la noche, guillándole ojo al cielo danzando al son del estribillo “solo quiero caminar” coreado por las Zarzanas, que, aunque poco presentes durante el resto de la gala, se coronaban en el despliegue de las mujeres.
Miguel Poveda, como siempre, sobresalió no solo por la calidad de su voz, sino por el profundo respeto que mostró en todo momento. Su dedicatoria a Paco, interpretando «La guitarra» y evocando «Me regalé» al compás de tangos y también de Paco, estuvo cargada de emoción. Poveda, uno de los principales nombres del elenco, no dejó de mirar al cielo, sonriendo como si compartiera un momento íntimo con el maestro. Otro de los grandes momentos de la noche lo protagonizaron Tomatito y su hijo, José del Tomate, al interpretar «Two Much». Allí, dos generaciones se encontraron, uniéndose en un diálogo musical lleno de complicidad y emoción. Mención especial merece el dúo de hermanos Paquete–Piraña con el número más paquero de la noche, “Manateca colorá” fue cuna de una sinastría que oscilaba entre Porrina, Paco y el Swing, todo el Swing que a ambos les faltaba para cambiar de posición dentro el escenario.
Casi al final de la gala, Israel Fernández se disponía a interpretar un cante de levante, buscando ofrecer una pausa en medio de la fiesta. Sin embargo, el ambiente ya impregnado de celebración y el recuerdo de Paco le llevaron a rendirse a las bulerías. Su transición inesperada fue recibida con entusiasmo, y nuevamente, Diego del Morao brilló con su toque por bulerías, en una noche en las que las falsetas de su padre, las de Paco y las suyas propias parecían no agotarse, tan magistral que cualquier sensación de repetición desapareció.
El momento más sobrecogedor llegó al cierre. Tras «Entre dos aguas», la imagen de Paco de Lucía apareció iluminada en la pantalla, y de pronto, su voz llenó el teatro: «Con lo mucho que yo lo quería… Se fue para siempre, «pa» toita la vida… Ay, Camarón«. Esa letra, originalmente un lamento por su amigo se sintió como un adiós al propio Paco. La sala quedó en silencio, y por un instante, todos los presentes, tanto artistas como público, fuimos testigos de una despedida conmovedora.
Así, !»Caudal» fue un homenaje lleno de matices. Las bulerías de Diego, los tangos de Aurora Vargas, las rumbas de Piraña y las constantes evocaciones tanto en el baile de Farruquito, como en las letras entonadas y claro está entre los temas interpretados por el coro de guitarristas marcaron una noche a la altura del propósito. Aunque aquellos más cercanos al flamenco introspectivo pudieron extrañar momentos más profundos, la noche se consolidó como una digna celebración de la vida, el legado y el Caudal que de Paco emana.
Escrito por: Pimpi
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